Varios empresarios y directivos me han hecho el siguiente pedido: “no me gusta como son mis trabajadores, ¡arréglamelos!”.
La solicitud no es tan extraña si pensamos que, habitualmente, los mecanismos estropeados pueden arreglarse. Llamamos al fontanero: “no me funciona el calentador, arréglalo”, llevamos el coche al taller: “arréglalo”, no me va el ordenador: “arréglalo”. Y en todos estos casos, si llamamos al profesional competente, lo arreglará o bien mostrará que la única solución es sustituirlo por uno nuevo.
Cuando algo no nos funciona, es habitual y legítimo esperar que nos lo reparen, porque el fallo es siempre del mecanismo disfuncional, no nuestro.
Por costumbre, aplicamos el mismo tipo de razonamiento a los trabajadores: si no funcionan como yo deseo, es que necesitan reparación y un profesional competente debe de poder arreglarlo. En el caso contrario, es que necesita ser cambiado.
El razonamiento tiene cabida, y lógica, si un trabajador aislado no se comporta como esperado, pero ¿sigue siendo admisible cuando la mayoría de los empleados parecen disfuncionales? ¿Puede realmente decir un patrón, o un directivo: “todo el mundo es malo, salvo yo mismo”?
El ser humano no es un mecanismo. Se distingue de ellos por tener metas personales en la vida (y derecho a ello), por tener sentimientos y emociones, y una mente que pretende usar.
El ser humano es un ser social sensible a su entorno. Cuando no encuentra sentido a lo que hace, no puede entusiasmarse; cuando se siente víctima de agravios o injusticia, se desimplica y procura reducir sus aportaciones para equilibrar la balanza. Si le obligas a cumplir directrices contradictorias, sabrá perfectamente que no puede satisfacer ambas así que, probablemente, no intentará satisfacer ninguna, hasta que tú mismo te aclares en tus exigencias.
El llamado rendimiento de un trabajador es esencialmente función de las condiciones en las que trabaja, lo que engloba las finalidades del trabajo, las relaciones interpersonales, el trato por la jerarquía, el sistema de organización de la empresa y más factores.
Algunos teóricos del management ha decretado que se puede gestionar a los seres humanos de la misma forma que cualquier mecanismo, o cualquier otro recurso. Lo peor es que han afirmado tanto a los empresarios que sus teorías son ciertas que estos han terminado creyéndoselo.
Los hechos les contradicen totalmente, pero ya se sabe, para un teórico obcecado, cuando los hechos contradicen su teoría, es mala suerte para los hechos”.
¿Quieres que tus trabajadores cambien de actitud y comportamiento? ¡Cambia tú los tuyos! Los trabajadores son el reflejo de cómo les diriges y del sistema en el que los haces trabajar. No pidas que arreglen tus trabajadores, arregla el sistema, y arréglate tú.