Cosmética del beneficio

¿Es realmente el rol de las empresas maximizar los beneficios? Haga el test: pregunte a su alrededor cuál es rol principal de las empresas. Apuesto a que la respuesta general será la de maximizar los beneficios. Pero ¿estamos tan seguros de que así sea?

Creo que se comete una confusión entre rol y objetivos. Los objetivos proceden de una decisión personal de los propietarios o de los dirigentes. Y muy lógicamente, son sacar el máximo rendimiento a sus inversiones y a la herramienta productiva.

El rol, sin embargo, es algo que escapa a la simple voluntad de los accionistas o de los gestores. Está determinado por pertenencia a un sistema global y por las relaciones que se producen entre sus diferentes protagonistas. Una empresa no es un ente aislado que vive en autarquía sino uno de los actores de un sistema que interrelaciona a agentes económicos y sociales. Sus ingresos dependen de un mercado constituido, en su casi totalidad, por compradores que cambian su gorra de trabajador por la camiseta de consumidor cuando salen de la empresa, lo que la hace dependiente de los ciudadanos por partida doble: para producir y para comprar. Además, el mercado es un subconjunto de la sociedad, y parte de la riqueza que éste permite a las empresas crear, se redistribuye a la sociedad bajo la forma de salarios, impuestos o devengos a los proveedores.

Significa que, lo quiera o no y sean los que sean sus objetivos, la empresa es una pieza de la sociedad, con la que realiza intercambios simbióticos. Por tanto, aún cuando no forme parte de sus objetivos, mantiene un rol social y presenta una interdependencia con la sociedad. Esto la obliga a tomarla en cuenta y, en cierta medida, a contribuir a su prosperidad.

Obviamente, a unas cuantas empresas les resulta posible aprovecharse del sistema de forma egoísta, procurando no tener que devolverle nada a cambio. No es ni más ni menos que una forma de parasitismo que sólo es sostenible a corto plazo y con una condición: que el resto de las empresas mantengan viva y equilibrada la sociedad que nos alimenta. Pero cuando el comportamiento empieza a generalizarse, se rompe el equilibrio y el sistema económico se desbarajusta, arrastrando el social en su estela.

¿Conocéis el sofisma del calvo? Si quitáis un pelo, uno solo, a un melenudo, no lo vais a dejar calvo ¿verdad? Seguirá melenudo, por lo que quitándole otro cabello, tampoco lo vais a dejar calvo. Esto lleva a algunos a imaginar que si se arranca un solo pelo a la vez, jamás se dejará calva la cabeza. Pero es una falacia -un sofisma de composición, más exactamente – y desgraciadamente la cabeza de la economía no tiene tantos cabellos y sí, la podemos dejar calva con más rapidez de lo que canta un banco.

El sonado caso de Enron y la codicia de los establecimientos financieros con las hipotecas basura son un ejemplo de que no se puede arrancar riquezas por mucho tiempo en beneficio exclusivo propio, que las consecuencias son globales, y eso lo estamos pagando todos -como sociedad – ahora. La economía es un sistema, por lo que, de forma global, lo que las empresas ahorran con los trabajadores, lo pierden después en aminoración de ingresos, y como rodando el dinero hace bola de nieve, terminan perdiendo más que han ahorrado.

Cuidar a los trabajadores es cuidar al mercado. A nivel macroeconómico, los beneficios de las empresas dependen mucho del comportamiento de los trabajadores-consumidores, y a nivel microeconómico, del comportamiento de los consumidores-trabajadores.

No hay forma de prosperar empobreciendo a la sociedad, como tampoco que un granjero prospere comiéndose los granos destinados a sus gallinas. Y puestos que hablamos de animales: los topos tienen probablemente como objetivo el engullir la mayor cantidad posible de nuestras plantaciones, pero no se lo permitimos ¿verdad?

Entonces ¿por qué aceptamos que el management repita como una verdad de libro sacro que el rol y los objetivos de las empresas es conseguir los mayores beneficios posibles para los accionistas? ¿Por qué nos parece tan apropiado?

No se trata de pedir que las empresas sustituyan al Estado en la búsqueda del bienestar social, sino de preguntarnos si es realmente provechoso que todas tengan como principal objetivo el sacar los mayores beneficios posibles, y si éste es realmente su rol.

Milton Friedman, premio Nobel de economía, se aventuró muy osadamente en el campo de la ética cuando afirmaba que, para los directivos de una empresa, no intentar maximizar los dividendos de los accionistas -sin otra consideración de que sea legal- era inmoral. ¿No sería más bien inmoral que lo enseñen así en las escuelas de negocio?

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